sábado, 27 de febrero de 2010

El hacedor de sueños.

Había una vez un hombre con unos ojos serenos, apacibles, tenían un brillo tan fuerte, tan intenso, tan tenue y conmovedor al mismo tiempo, estaba compuesto de polvo estelar, formaba un conjunto de estrellitas tan pequeñas que cegaban a quien los mirase y los inducía hacia un profundo pero cálido y dulce sueño, para que pudieran hacer realidad en medio de este, sus más profundos anhelos, él se llamaba Aldebarán, sus párpados eran constelaciones, le daban un aire angelical a sus ojos pero también inteligente, del brillo de sus ojos emanaba calma, bondad, eran tan dulces que quien se encontraba con ellos, terminaba poseído de los más sublimes y universales sueños.
Decían que su madre le había puesto por nombre como la estrella más brillante de la constelación de Tauro, le pronóstico que sería luz en la vida de muchas personas y así fue.
La primera vez que miró a una persona y practicó su don, fue a una niña que soñaba ser escritora.
Ella miraba al cielo pensativa, suspiraba, estaba sentada en una banca en el parque Morazán cerca del Kiosco donde tantos años atrás nuestros abuelos llegaban a escuchar música y caminar para encontrar sus almas gemelas, con solo una mirada, una sonrisa, allí la pequeña lloraba porque había perdido su pluma, sin esta era incapaz de escribir, no había inspiración sin su pluma.
Estaba en ese parquecito, un mundo aparte del bullicio y contaminación urbanos, hacia mucho viento, era enero, pleno verano pero ese día el viento le hacia la guerra al sol, las últimas palabras que ella anotó en su libreta fueron estas:
“De tu boca tengo el sueño cada noche, de tus ojos la inspiración para soñar”.
El viento le robó la pluma, ella sintió que su alma se partía y crujía, como cuando las hojas de un cuaderno se arrancan .
No imaginaba que las hojas del libro de su vida, apenas empezaban a escribirse.
“Ojo del sur”, le dijo aquel hombre con constelaciones por párpados, parecían un collar de lágrimas cristalizadas, sopló sus manos entrelazadas y en medio de ellas brotó la pluma, sorprendida la tomó y en el nido de las manos de Aldebarán, quedó una pequeña lágrima derramada por la niña, para regar ese nido de sueños que él tejía con sus buenas acciones.
-Llegarás lejos, continua escribiendo-.
La niña le dijo, eres más grande que el Sol, no permitas que la Luna te oculte, sigue tu camino, debes hacer realidad aun muchos sueños más, para que no se extinga tu luz… Y se quedó dormida.
Aldebarán, continuó su peregrinar por la Tierra, complacido y dejando un rastro estelar.
Una mujer morena y de ojos tristes se le quedó mirando suplicante, ella tenía frío, hambre, su ropa estaba empapada, saboreaba un café amargo, no tenía mucho dinero, él se detuvo y se sentó a su lado, silenciosamente.
“Ojo del sur”, sopló sus manos entrelazadas como lo hizo con la niña y de ellas brotó una caja de cristal, la mujer la tomó con sus dos manos, con cuidado, estaba caliente, levantó la tapa tenía dulces y pastelillos perfectos para saciar el hambre.
Aldebarán, le dijo -mujer vienes con el Sol, sonríe y continua.
La mujer morena le dijo -gracias por ser luz en mi camino y tú brillas más que el Sol, gracias por alimentar mi desdicha y soledad, con un rayito de tu luz, no permitas que la Luna te oculte. Y se quedó dormida.
Aldebarán siguió caminando, por la Avenida Central, era apenas medio día, la llovizna se detuvo y el viento prefirió reposar, un sonido no muy grato lo atrajo, allí estaba un hombre intentando ser artista, pero su voz no era bonita, arruinaba la melodía, el brillo de Aldebarán, más fuerte que el Sol, iluminó la mirada del cantante, y aquel repitió, como acostumbraba hacerlo cada vez que cumplía un sueño: “Ojo del Sur” y la voz de aquel artista, empezó a sonar como un concierto de seres celestiales. Y una vez terminada la melodía se quedó dormido.
Con solo una mirada Aldebarán, cumplía los más nobles sueños, pero por cada sueño que cumplía, “Ojo del Sur” perdía vida, luz.
Aldebarán solo estaba de paso por la Tierra, su esencia era estelar, debía partir, pero antes su peregrinar era necesario completar, no acababa de repartir sueños, muchos aun necesitaban de su luz pero poco a poco perdía las fuerzas, pronto llegaría “La Luna”.
Ahora, Aldebarán cambió su rumbo hacia el sur de San José, sabía que los barrios del sur eran peligrosos pero no le importó, antes observó los colores y y detalles de las vacas que adornaban la avenida central, le daban a la ciudad un aire surrealista, magnífica atracción para los turistas.
En el parque frente a la iglesia “La Dolorosa”, estaba un niño de unos 7 años tratando de balancearse en un columpio, un poco viejo y herrumbrado, Aldebarán lo observó mientras se dirigía a una compra y venta de libros usados que quedaba por allí, cambio el rumbo fue derecho al lado del columpio ocupado por la silueta infantil, había uno desocupado el niño no pudo evitar voltear su cabeza y observar fijamente la luz que irradiaban los ojos de Aldebarán, este solo le acarició la cabeza y le dijo- “Ojo del sur”, sígueme paso a paso, no permitas que la impaciencia te venza, todo se consigue con táctica y estrategia, Aldebarán empezó a balancear sus piernas primero hacia adelante, luego hacia atrás, comenzó a tomar impulso pero el niño se rindió y le dijo- es mejor que te bajes de la hamaca y me des un empujón por la espalda-. Aldebarán le dijo: -de nuevo que no te venza la impaciencia, debes intentarlo, observa y aprende-.
El niño lo volvió a intentar y ambos en sintonía, se balanceaban en los columpios al ritmo del viento.
Las hamacas, ellos y el viento formaban una orquesta, donde la libertad del movimiento y la risa inocente y agradecida de la infancia llevaban la batuta.
La lluvia se apoderaba de la ciudad ahora con más intensidad, Aldebarán empezaba a alejarse, cuando escuchó el grito del niño en medio del agua que le decía:-gracias por regalarme la luz para aprender por mí mismo, no permitas que la luna te oculte-. Y el niño se quedó dormido.
Un olor a violetas le despertó los sentidos a “Ojo del Sur” y a paso lento y cansado, trecho a trecho avanzó hasta la compra y venta de libros “Minotauro”, empujó con el pie la puerta desgastada por los años y el smog de la ciudad, cerró el paraguas, entró con sigilo, atraído por el olor de las violetas, no halló al dueño de la librería por ningún rincón, pero en su lugar estaba una mujer dormida en la mecedora tras el escritorio y la caja registradora de los años 80, no la despertó de ninguna manera, antes de transportarse con su mira hacia su sueños, se quedó mirándola, su luz le dio un resplandor indescriptible, y el olor se acentuó, Aldebarán no tuvo necesidad de entrar en su sueño, lo percibió todo al instante; de esa mujer joven pero con el corazón viejo emanaba perfume de violetas, él la miró escrutadoramente y con cierta angustia porque él se vio reflejado en ella, ambos estaban perdiendo la luz, la energía, se estaban apagando aunque por distintas razones, era una mujer hermosa pero había que traspasarle con la mirada para poder descubrirla, la suciedad se apoderó de ella desde que los hombres en su juventud la acosaban y se burlaban de su inocencia para intentar hacerla suya, porque su belleza era para el sexo masculino una medalla, dejó que la suciedad la protegiera y se convirtió en una indigente, le decían la ropavejera, la pobre mujer joven con el corazón viejo parecía un gancho, andaba llena de ropa sobre sí misma, era su protección contra el mundo, esos trapos la escudaban para ayudarle a ocultar esa belleza cegadora para los hombres que querían devorarla por instinto, eran sus fieras, la hicieron perder la fuerza, la alegría, y; muchos sueños sin usar tenía entre la ropa sucia, pero con perfume de violetas.
“Ojo del sur”, la arrulló como a un bebé y solo le susurró: despierta y empieza a vestirte de sueños, vive el tiempo de tu reloj de arena y usa como escudo las palabras, se firme en lo que hagas y así las fieras se alejarán de tu vida. Aldebarán, salió de la librería convencido de sus actos.
Se detuvo en la puerta y sintió la suavidad de los pétalos en sus pies, el mosaico era ahora una alfombra de violetas, inundaban el lugar, ni siquiera volteó a mirar, estaba seguro que sus palabras para la mujer joven con corazón viejo, empezaron a surtir efecto.
-“ Ojo del Sur”-, le dijo una anciana cuando salía de la librería, - yo soy la dueña de este sitio, no podrás salir de mi laberinto, es un dardo de palabras que aniquilan, todos sucumben a él, intentaste salvar a la mujer joven con el corazón viejo, sé quién eres Aldebarán, tus palabras sobre ella jamás servirán, es mi esclava, yo soy la soledad, yo soy la mujer vieja con el corazón joven, yo le robé a ella la juventud y tus conocimientos no le servirán de nada, yo soy más fuerte que tú, yo soy la discordia, tu positivismo se nubla con solo una palabra: DUDA-.
La duda se clava como una espina en el corazón del hombre y lo ciega, es incapaz de retornar y valorar sus virtudes, -la Luna esta pronta a ocultarte, serás vencido antes de tiempo, no podrás salvar a la última mujer porque ella es tu enemiga, es tu sombra, es la duda, la discordia, soy yo-.
Aldebarán le entregó un espejo de plata a esta mujer y le dijo: eres, mujer desafiante, “la guía de mi luz”, esta enmudeció, se miró, en el espejo y no encontró su rostro, en su lugar se dibujaron todas las escenas de tantas veces que intentó poner a muchas personas a dudar sobre sí mismas y comprendió que solo fue “la guía de su luz”, para hacerlas ver que la discordia que una persona intenta clavar en el corazón humano, solo sirve para guiarlo hacia el éxito, porque esa palabra duda, significa victoria, solo que tiene como “la vieja de corazón joven”, el rostro oculto.
La Tierra retumbó, Aldebarán brilló más que el Sol, las sombras, el aguacero ocultaron a “ Ojo del Sur” y a; “La vieja con el corazón joven”.
Finalmente la niña escribió las últimas frases en su cuaderno, “ La lluvia cesó todos los seres que la mirada de “Ojos del sur”, transportó hacia un dulce sueño, despertaron, dueños del sol, del alba, del cenit, de sus propios actos e ilusiones, el aire olía a violeta, ninguno recordaba lo sucedido solo sintieron una transformación en su interior con sabor a acertijo y duda pero reposaron decididamente en él, la Luna lo ocultó, aun así Aldebarán seguía brillando en el corazón de todos ellos a quienes hizo soñar y cumplir sus más profundos deseos.
Desapareció, alcanzó una luminosidad ochocientas veces mayor que la del sol, su propio brillo la consumió. El sueño acabó, regresó de su destierro y se hizo uno con el Sol pero “Ojo del Sur” vivió su reloj de arena con los sueños de arena de mucha gente. Solo vino a la Tierra para servir.
“Alcance un sueño sobre el papel y el tiempo corre lento pero Aldebarán me sigue dictando palabras de luz.”Leer más...

martes, 12 de enero de 2010

La ladrona de libros.. Breve comentario personal.

La ladrona de libros.
Un breve comentario.
Zufriedenheit: Felicidad.
Este libro inspira releerlo, porque simplemente, sencillamente es humano y todos nos parecemos a los personajes, somos semejantes a ellos, la vida, nuestra vida es un diccionario trazada por palabras tan importantes como estas: 1. Zufriedenheit- Felicidad. 2. Verzeihung- Perdón. 3. Angst-Miedo. 4. Wort- Palabra. 5. Gelegenheit-Oportunidad-Progreso. 6. Elend- Desdicha.7.Schweigen-Silencio.8-Natchtrauern-Arrepentimiento.

Un concierto de palabras que son elixir de amor hacia las cosas y situaciones simples de la vida, esas que se traducen en una búsqueda loca e irrisoria de los hombres: La felicidad real y perfecta… en medio de un mundo convulsionado, ahogado por esas ansias de saborear la falsa felicidad: el poder y el domino sobre el prójimo.
Liesel Meminger, es una niña a quién LA MUERTE, admira y aprende de ella. La primera vez que LA MUERTE la ve, es cuando llega por su hermanito de ojos azules y de apenas seis años, quien murió en el tren que se dirigía a Munchenstrasse.
La madre de Liessel es comunista, es 1939 ( Se aproxima la guerra), ahora su hermanito de seis años murió, su madre debe proteger a Liesel, por eso se dirigen a Munchenstrasse, Liesel vivirá con Hans Huebberman y su esposa Rosa.
Rosa es mal hablada y regañona, Hans es un hombre sensible y muy cariñoso, es pintor de brocha gorda y toca el acordeón (es castigado por un soldado nazi quien le imprime seis latigazos en su espalda por dar un mendrugo de pan a un judío moribundo, cuando desfilaban por Munchenstrasse.) Trata a Liesel con delicadeza, la niña de once años tiene pesadillas por la muerte de su hermano y el abandono de su madre, así que Hans en las madrugadas cada vez que la pequeña se despierta asustada por La Muerte, toca el acordeón y decide enseñarle a leer porque descubre el primer libro que Liesel hurtó: El MANUAL DEL SEPULTURERO,( no será hasta después cuando su amigo de la escuela Rudy Steiner admirador de Jessie Owens el atleta, la llamara ladrona de libros, cuando deciden entrar a robar como juego y en busca de comida a la casa del alcalde), el libro se le cayó al joven que sepultó a su hermanito en el cementerio.
Así Liesel, por casualidad robaba libros y se topaba con La muerte, quien una y otra vez se justificaba a sí misma por sus actos, ella no era precisamente perversa, su trabajo, trasportar las almas al cielo a veces le pesa.
“Un pasaje nocturno” . Habla la muerte.
Bastante más tarde caí en la cuenta de que ya había visitado el número treinta y tres de Himmelstrasse, por esa época. Debió de ser una de las pocas veces en que la niña no estaba a su lado, pues lo único que vi fue un hombre postrado. Me arrodillé. Me preparé para meter las manos por debajo de las sábanas y entonces sentí un resurgir, una lucha a muerte por sacárseme de encima. Me retiré, y con todo el trabajo que tenía por delante fue agradable que me expulsarán de esa habitacioncita a oscuras. Incluso me permite una pausa. Un breve disfrute de la serenidad, con los ojos cerrados antes de salir de allí.

La parte del libro que más me ha gustado es precisamente esa que te describo al inicio: descubrir en medio de la vida caótica: la felicidad perfecta: las cosas y detalles simples.
Hans Huberman le debe un favor a un viejo amigo, quien durante la guerra, le salvó la vida, ahora su hijo llamado Max, joven de veinticuatro años (quien se convierte en el gran amigo de Liesel), huye de Hitler, tiene en común con la niña las pesadillas nocturnas, el sueña que se enfrenta en una lucha de boxeo con Adolfo Hitler y logra ganar la lucha.
Hans, Rosa y Liesel lo esconden en el sótano, pasa el tiempo leyendo “ Mein Kampp” ( Mi lucha, escrito por el mismo Hitler) y conversando con la niña en medio de los tarros de pintura, un día Max dibuja en la pared una cuerda de nubes que llega hasta el sol, imaginan que ambos caminan sobre ella. Para el cumpleaños de Liesel el arranca las páginas del MEIN KAMPP, las pinta de blanco y allí escribe un libro de regalo para la niña: EL VIGILANTE: trata de que él descubre que todos los hombres que lo vigilan durante su vida son sus amigos y la última dice, no es un hombre.
Max enferma por causa del muñeco de nieve que Liesel le hace en el sótano, durante su recuperación, ella le regala pequeñas cosas, muy simples como una pluma, una piedra y una nube: ella la memoriza, la imagina y luego se la describe, estos detalles le devolvieron la vida a Max y LA Muerte se sintió complacida de retroceder.
Liesel me regalo palabras para ser mejor persona.
Ah, ella regala palabras porque cuando están varias familias escondidas en un sótano por los bombardeos les lee los libros que se robó. Por cierto siempre roba libros con el lomo rojo y negro: sangre y muerte. El último que roba tiene la tapa Verde y se llama El repartidor de sueños.
Pareciera que el libro se come….. por eso necesitaba regalar las palabras.Leer más...

La ladrona de libros... Breve comentario personal

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El globo de colores.

El globo de colores.

Efrén es un hombre, sencillo, humilde y millonario, tiene mucho, mucho dinero, lo tiene todo en la vida pero a veces siente que le falta algo, no sabe qué es; está muy triste. Se pasa los días haciendo lo que hace cualquier millonario que lo tiene todo y nada en que pensar; consintiéndose a sí mismo y nada más.
El hombre era muy egoísta, parecido al gigante egoísta del cuento de Oscar Wilde, de hecho y palabra, era su mejor amigo este gigante. Todas las tardes de invierno se reunían a jugar domino en la casa del gigante, nunca en verano, porque el gigante tenía que cuidar su jardín del ataque de los niños invasores. A veces con el dominó, construían torres y torres pero siempre se les caían, no soportaban mucho tiempo.
Este era el ambiente en el que vivía Efrén, una de esas tardes frías cuando salía del jardín del gigante egoísta, iba caminando por la calle, sacó su paraguas, porque no llovía mucho pero hacía mucho viento y el paraguas le cubría pero un ventolero, le arrebató su paraguas, corrió tras él para ganarle la batalla al viento, porque ese paraguas era especial, se lo había obsequiado la persona más especial de su vida hacía muchos años.
El paraguas fue a parar al frente de una casa muy linda parecía de muñecas era de madera y de color celeste, muy bien cuidada y decorada con rosas, allí estaba una gitana esperando a Efrén con el paraguas en la mano, él se le quedó mirando fijamente a los ojos, eran negros y de forma almendrada, daban ganas de contemplarlos por horas, ella le dijo:- Hola, buen hombre, le cambio su paraguas por mi globo.-
Efrén muy desconcertado le pidió cortésmente que le regresara su paraguas porque era muy preciado para él. La gitana le insistió, y le dijo:- espere un segundo.
Efrén aceptó y mientras esperaba a la gitana, se quedó pensando en las palabras de aquella mujer, se dijo a sí mismo- Yo no soy un buen hombre.-
Cuando la gitana salió le dijo que entrará a su casa, él aceptó y ella lo condujo hasta su inmenso jardín, nadie hubiera pensando, que tras esa casita se escondía tan majestuosa obra de la naturaleza, era pleno invierno pero dentro de ese jardín, el verano imperaba con majestuosidad, él se quedó impresionado observando aquel globo aerostático, de colores brillantes y hermosos, los colores del arcoíris, le daban al lugar un aire de cuento de hadas, Efrén no comprendía porque la gitana de ojos negros le quería cambiar semejante tesoro por un simple paraguas, en realidad nunca lo supo, jamás volvió a verla.
Le entregó el paraguas con mucho pesar porque era lo único que le quedaba de aquella persona especial, pero aceptó el obsequio.
Efrén invitó al gigante a dar un paseo, en globo y este por primera vez sonreía, no sabía porque, el cielo de la ciudad se empezó a pintar de color cada vez que por los aires aparecía el globo de Efrén, las personas empezaron a sonreír más a menudo los niños esperaban el momento del paseo por los cielos, Efrén aprendió a ser feliz, se desprendió de sus posesiones materiales, se sentía muy feliz de darse a los demás, de una manera tan sencilla, simplemente ofreciéndoles unos minutos de alegría y ayudando a sus amigos a ser mejores personas simplemente dando el ejemplo, el gigante abrió su jardín a los niños y este floreció.
Efrén obsequiaba unas cintas de colores a todos los que viajaban en su globo, estas tenían un significado especial para cada uno, no era un adivino de los males ajenos, pero desde que empezó a navegar por los aires podía observar el sufrimiento humano, entonces si alguna persona carecía de esperanza, le obsequiaba una cinta verde, si les faltaba amor una cinta roja, si les faltaba fe una cinta blanca, si les faltaba paz una cinta azul,……
Así continuo Efrén sus días hasta que murió, entregando esperanza, alegría, fe y positivismo a la gente. Aprendió a ser más humano cuando comprendió que él lo tenía todo y los demás sufrían por diferentes razones, muchas veces las personas se le acercaron no para dar un paseo, sino simplemente para que mientras lo hacían contarle a Efrén sus problemas y así desahogarse.
Al gigante nunca más se le cayeron las torres del dominó, curiosamente permanecieron en pie por muchos siglos.
El último viaje que regaló Efrén fue a un niño muy egoísta, generalmente cuando terminaban los paseos las personas recibían la cinta del color personal y su carácter y visón de la vida cambiaba, pero este niño continúo igual, no cambió, Efrén le regaló el globo, ya en su lecho de muerte recordó a este niño, a la gitana y sus palabras …. Buen hombre…Leer más...

El Sembrador de Rosas.

¡El sembrador de Rosas!
Por Daharma.
Hace muchos años cuenta la leyenda, que en un pueblo muy lejano la gente vivía muy triste, cada uno en su casa, sin hablar con nadie ni compartir, cada familia cultivaba su propia comida, se hablaban muy poco los unos a los otros y se pasaban las horas cuidando la tierra, para poder sobrevivir, eran además incapaces de sonreír, no tenían motivo alguno para hacerlo y aparte no sabían lo que era , hacía mucho tiempo habían olvidado su significado y ninguno tenía el más mínimo interés de volver a sonreír, las sonrisas para ellos traían dolor, porque eran símbolo de una época que ya no volvería, luego de la tragedia que sucedió años atrás, todos secaron su corazón, olvidaron la felicidad, ya ni la palabra sabían escribir.
Era triste visitar ese pueblo, porque el ambiente de soledad invadía el corazón de todos los que arribaban al lugar, era sombrío, lóbrego, la tierra estaba seca, los cuerpos de la gente famélicos y eso sí había algo muy peculiar en cada uno de ellos, desde el más pequeño hasta el más grande en su cuello llevaba colgado una especie de diamante, con un pequeño cerrojo, la llave cada uno la debía esconder muy bien, pero desde la época de la tragedia ninguno se atrevía a abrir sus diamantes.
Todos en ese pueblo, al parecer en algún momento eran una familia, pero un día sucedió una catástrofe y comenzaron a vivir como completos extraños, los niños y los jóvenes eran los más afectados, primero porque esos terrenos ahora secos y desteñidos por el sol, en otro época fueron inmensas sabanas cubiertas de flores, ahora los párvulos no tenían donde jugar y divertirse, segundo porque no tenían con quién, ahora sus parientes les prohibían reunirse entre sí para vivir las aventuras propias de la infancia y juventud, como charlar, tocar la guitarra, jugar a las escondidillas, trepar a un árbol y hartarse de guayabas maduras, hacer una fogata o correr descalzos sintiendo el calor de la hierba entre los dedos y el aire fresco en la mejilla, volar una cometa para imaginar que se elevan con ella.

Por causa de la tragedia ahora la familia estaba dividida y la situación en el pueblo se tornaba cada vez más difícil, reinaba una sequía al parecer infinita, cada quien sobrevivía como podía, algunos se pasaban los días intentando que sus hortalizas prosperarán para poder vender los productos al mercado central, de no ser así preferían morir de hambre antes que pedir ayuda al vecino, sumaban siete familias las que habitaban el pueblo, más la casa grande donde vivía la abuela, algunos vecinos tenían una vaca escurrida, la ordeñaban todos los días pero más que leche daba preocupación y hambre, el animal también estaba seco, no tenía forraje para comer, solo uno que otro trébol de cuatro hojas, vaya esperanza.
La aridez era total, los animales la tierra, las personas estaban secas, solo quedaba una esperanza, abrir los diamantes ,pero desgraciadamente muchos después de la tragedia abandonaron la llave en cualquier parte y se juraron a sí mismos no volver abrir sus diamantes, significativo era que los niños y jóvenes si guardaron las llaves con mucho cuidado, en un lugar seguro, algunas veces los jóvenes primos como no se guardaban rencor a diferencia de sus parientes adultos, a través de las cercas que separaban sus propiedades, intercambiaban los diamantes y los abrían en la oscuridad, era una forma de comunicación secreta, nadie que no fuera habitante de ese pueblo olvidado en la soledad, sabía que guardaban los diamantes.
Muchos forasteros llegaron al pueblo e intentaron robarlos, en especial uno que intentó enamorar a una de las jóvenes del pueblo, finalmente lo consiguió hasta el extremo de casarse con ella, para así poco a poco ir despojando, con sus artimañas, a todos de sus posesiones más valiosas, los diamantes.
Posterior a la tragedia para este forastero, fue más sencillo acercarse al propietario con más poder, si en ese momento a un poco de riqueza se le podía llamar poder. Este vecino tenía unos gramos más de posesiones materiales que los demás vecinos, porque utilizaba al forastero ahora viudo, como carnada para robarles a los demás habitantes lo poco que tenían, después de la devastadora sequía.
Este habitante con paupérrimo poder, fue el primero en abandonar la llave, pensaba incluso tomar ventaja de la devastadora sequía, para su propio beneficio, al forastero solo lo estaba utilizando, ya que él sabía bien que había asesinado a su hermana, pensaba desterrarlo apenas cumpliera su objetivo: robar los diamantes de todo el pueblo y marcharse con ellos, aun no había podido robar ninguno, cada quien en el pueblo dormía con un ojo abierto y otro cerrado, protegiendo su única posesión de valía.
La abuela madre de cada uno de los siete integrantes del pueblo que en medio de la sequía, construyeron una cerca de hierro alrededor de sus propiedades, antes fueron vallas de césped, pero la hermosura semejante a un jardín del Edén había quedado atrás, decidió enviar a uno de sus hijos fuera del pueblo, a buscar tan solo una naciente, sabía que esta era su salvación para acabar con la sequía del pueblo, encontrar agua. Su hijo partió entonces por orden de su madre, estuvo lejos alrededor de un mes. Una noche uno de los niños que jugaba a hacer una fogata, percibió a un caballo relinchar, siguió el sonido y finalmente luego de avanzar unos cuantos pasos, lo halló, por causa del sudor su pelambre caoba brillaba, el animal respiraba agitadamente, el niño lo acarició con la tímida intención de apaciguarlo.
El caballo, tenía sed, pero la escases de agua era tal que le pequeño solo pudo ofrecerle un ramo de tréboles, sin embargo agradecido se conformó con estos, sus grandes ojos penetraron la mirada de aquel niño, quien de inmediato recordó el día de la tragedia, ahora el payo se sentía solo, sin dueño.
El pequeño escuchó un quejido agónico que lo sacó de su mutismo, cerca de allí diviso un bulto, cautelosamente se acercó, era un forastero, el niño pensó –otro forastero, otro problema-la sequía nunca acabará.
El hombre parecía inconsciente, al niño le llamó la atención que de su cuello pendía un saquito, cuando se disponía a arrancarlo, se escuchó el grito de uno de sus tíos- largo de aquí-, el niño corrió hacia su casa a contar todo a sus padres.
A la mañana siguiente el viejo estaba más repuesto, el joven se lo había llevado a la abuela es decir a su madre para que lo sanara con algunas infusiones, él le comentó,- madre no encontré ninguna naciente, en el mes que estuve ausente, en su lugar lo que hallé fue a este miserable que dice llamarse “el sembrador de semillas de…”, pienso que sabe trabajar la tierra, quizás nos sea de utilidad, aunque ahora está muy cansado me parece-.
Las infusiones le devolvieron las fuerzas al sembrador, estuvo hospedado en la casa de la abuela por varias semanas, fue una gran compañía para ella quien después de la tragedia, había quedado sola y para colmo soportando el rechazo de algunos de sus hijos.
El forastero se enteró de la tragedia, la abuela le contó, ahora él le ofreció sembrar en los terrenos del pueblo pero para la abuela no fue buena idea, le comentó que los extranjeros en el pueblo no eran bien recibidos y le advirtió que muchos vecinos lo tratarían con soberbia y desprecio. Pero él le advirtió también que los niños y jóvenes eran almas bondadosas, llegaría a cada propiedad a través de ellos, la abuela le recordó que no había suficiente agua para regar los campos una vez esparcidas las semillas y hacía mil días que no llovía.
El sembrador de semillas le recordó:- los diamantes, deben abrirlos-.
La abuela lo previno diciéndole que no estaban las llaves, ella misma perdió la propia. Le preguntó al forastero que tipo de semillas llevaba en el saco que pendía de su pecho, le respondió: -cuando sea el tiempo de abrir los diamantes lo sabrás-.
El hombre quedó admirado al ver como la abuela era tan olvidadiza, lo había olvidado, no recordaba que él estuvo en ese pueblo hace mucho tiempo, en los tiempos de bonanza, antes de la tragedia, cuando la tierra cubierta por matas de café, olía a riqueza, poder, gloria y todos vivían satisfechos, sin soberbia, orgullo y prepotencia.
Esta vez como la primera, el forastero llegó al pueblo por casualidad.
Lo único que le quedaba a los habitantes del pueblo luego de la bonanza cafetalera del abuelo, eran los diamantes por eso ninguno se despojaba de él aunque si de la llave, porque todos y cada uno habían perdido la esperanza y estaban convencidos de que la sequía sería eterna, ya llevaban mil días, parecía más bien una maldición.
Vivir en medio de la escases, generaba a los habitantes del pueblo impotencia, miedo pero ninguno hacía por donde abrir los diamantes, sabían que esa era la solución, pero también implicaba renuncia, porque una vez abiertos ellos desaparecerían y era el único símbolo de poder y riqueza que les quedaba, claro estaban ciegos, porque no sabían que esa no era la verdadera riqueza y quizá por esa razón apareció allí el sembrador, para redimir a un pueblo seco por la avaricia.
El viejo, sabía muy bien el plan que iba a ejecutar, estratégicamente claro está, sabía que probablemente no todos los habitantes del pueblo lo iban a resistir y de nuevo habría sangre y tragedia, pero solo así se acabaría la sequía y las almas inocentes no debían pagar los errores de un pasado que no les pertenecía.
El sembrador escuchó el gorjeo de una lora salvaje que volaba por el lugar sin ánimo preciso de anidar allí, la vio, era de un color verde intenso, el hombre pensó- símbolo de la esperanza- contrastaba con el color marrón de la sequía, de inmediato pensó:- hoy es la noche, así se hará-.
Reunió a los niños y jóvenes de todo el pueblo para explicarles lo que estaba por ocurrir y también para que los niños le ayudaran a esparcir las semillas.
El sembrador encendió una fogata, se sentó como lo suele hacer un indio, en medio del círculo los niños y jóvenes: todos eran primos, formaban la circunferencia, en total eran 19. El sembrador de semillas sacó un puro, el olor exquisito, se difuminó por el lugar, les hizo ver a los allí presentes que era el último que le quedaba y el único que el abuelo LC, le dejó antes de morir, para que lo encendiera solo antes del renacer del pueblo, luego de la sequía todos quedaron extasiados observando la nube que se formó cuando el sembrador encendió el puro además la exquisitez de ese olor, lograba el delirio en cualquiera.
Esa nube fue como una película interminablemente dolorosa de la tragedia y los días que le siguieron hasta la época de la sequía.
Lo primero que todos los nietos divisaron en la nube de humo fue la puertita de cedazo, adornada con un techo de teja, que daba a un riachuelo quien ahora solo constituía un lodazal, por ese umbral salió el abuelo, vencido y agotada su aventura, en el féretro de madera, luego de sufrir una terrible agonía con sus ojos vidriosos perdidos ya en la nada y su cuerpo ahogándose en sangre, luego de esa imagen las demás fueron difusas, el humo se tornó turbio, se divisaban personas discutiendo, vociferando, lastimándose y dividiendo sus propiedades con cercas de hierro, luego de leído el testamento, finalmente antes de que el humo se disipara por completo, se dibujaron los mil días de sequía en medio del humo.
Todo quedó en silencio, el sembrador por primera vez repartió el contenido del saquito y les explicó que luego de regar las semillas, debían convencer al pueblo de abrir los diamantes, para la resurrección familiar.
Pero también los alertó sobre las distintas reacciones que podían tener algunos, incluso los podían conducir a la muerte, pero no existen nuevas oportunidades sin renuncia y sacrificio y así sucedió en ese lugar olvidado después de mil días de sequía y de que el abuelo muriera.
El pacto alrededor de la fogata quedó sellado por esa generación inocente, se tomaron de las manos respiraron profundo, el olor del humo casi extinto, abrieron sus ojos y observaron el verde intenso del ave pasar de nuevo como un reflejo de luz segador, mensajero de la esperanza.
Tomaron cada uno la llave y abrieron los diamantes, estas servían para abrir todos los diamantes, también los de aquellos que hubieran perdido la llave; de las joyas salió un olor a rosas que antojaba comerlas y de repente una lluvia de pétalos de rosa los cubrió, así esa generación quedó unida, sellada por el amor fraternal, la tolerancia, la paciencia, y la templanza para unir al resto de la familia antes de que la lluvia de pétalos de rosa cesara y diera paso al agua, debían correr y apresurarse a abrir los diamantes, o al menos intentar convencer a los demás para que procedieran.
Cuando el primero de los vecinos fue convencido de abrirlo y observar sobre si, una lluvia de luz y pétalos de rosa lo envolvía, los demás asombrados automáticamente lo hicieron también y fueron cubiertos por la armonía, el aroma que bullían de los pétalos, así la tierra se cubría de semillas, estas florecieron.
Una alfombra de rosas cubrió el pueblo, pero cuando el habitante del lugar que estaba aliado al forastero, intentó abrir su diamante y esperar que de él brotaran los pétalos para encontrar la paz como los demás, sucedió que logró abrirlo pero no solo, necesito ayuda de los demás, este hombre prepotente, arrogante, ávido de poder por primera vez requirió de ayuda pero fue demasiado tarde para volverse humilde, dentro de su diamante no habían más que pétalos de rosa marchitos, secos como esos que guardan las enamoradas en las páginas de un libro como recuerdo.
El forastero ladrón, viudo y amigo del habitante que no corrió con la suerte de los demás para encontrar la paz, era alérgico al polen de las rosas, así que prefirió huir una vez que enterró, junto al cadáver de su mujer, a su fiel cuñado quien solamente lo utilizaba para robar los diamantes de sus hermanos y madre, creyendo encontrar en ellos fuente de riqueza y sin saber que lo único que encontraría serían pétalos de rosa. Una vez más la vida y sus ironías.
Todos en el pueblo sin saberlo cada vez que tenían actos de fe y de amor con el que estaba más cerca, hacían brotar pétalos de rosa, dentro de su diamante, pero este su hermano temerario, con cada acto de egoísmo y orgullo, marchitaba los pétalos de su diamante y sus propios actos cavaron su tumba.
El jardín de la casa de la abuela, se cubrió también de rosas.
El sembrador dio por cumplida su misión y el niño aquel, que lo descubrió por primera vez tendido en suelo del pueblo, montado en el caballo, lo acompañó hasta la salida del pueblo, empapados bajo la lluvia, el hombre se despidió del niño, este pequeño se llamaba Mariano en honor a la virgen María, le dio la mano al sembrador de rosas y luego lo perdió con la mirada, cuando tomó las riendas para retornar a su hogar, de su manita brotaban pétalos de rosa, él las miró y una sonrisa se dibujo en sus labios.
La familia volvió a sonreír.
Cuenta la leyenda que al pueblo llegó un enviado del cielo, para redimirlo del dolor, la soledad, la intranquilidad, el poder y la guerra sin causa; provocada tan solo por las ansias de victoria despótica e irracional, que a veces brota del corazón de los seres humanos y finalmente, cuando quieren respirar la paz que habita en un pétalo de rosa, es tarde por que les brota marchito.
Con todo mi cariño, para mis seres queridos.
Diciembre del 2010.Leer más...

domingo, 18 de octubre de 2009

El muñeco de paja.

Hace algún tiempo cuentan los vecinos que habitan las faldas del volcán Poás en Costa Rica, la leyenda del espantapájaros.
Los niños que caminaban a la escuela siempre se detenían a observar aquel viejo muñeco, parecía que el viento se estaba robando su piel, los trozos de paja que lo constituían cada vez eran menos, estaba flaco y desteñido por el sol, el viento, la soledad y el abandono, pero lo más importante era que seguía en pie, ubicado en ese lugar nadie sabe porque razón, ya que en esa zona no hay cuervos que espantar decían los vecinos, por allá no se cultiva maíz, alimento favorito de los cuervos, nadie sabía quién colgó ese muñeco de paja en esa cerca blanca como la nieve, decían los campesinos que tenían años de estar por allá. El contraste entre la cerquita con puntitas de flecha en los bordes, y blanquísima, combinaba muy bien con los overoles azules de aquel espantapájaros.
Los niños que pasaban por allí todas las mañanas y tardes, lo miraban con lastima y un poquito de miedo, pero ni ellos ni nadie en el pueblo se atrevía a bajarlo del poste que estaba adherido a la cerquita, recién pintada, ese muñeco era intocable.
La cerca rodeaba una casita de madera, vieja pero bien cuidada, allí vivía una anciana a la que todos temían porque era una india, hija de un antiguo chamán de la zona de Talamanca, igual que el espantapájaros nadie supo nunca desde cuando ella dejó la cordillera para ir a vivir en las faldas del volcán. Muchos le temían a esta señora, se creía que era una bruja que adivinaba el futuro y hacía daño a la gente. Usaba siempre pañuelos de colores en su cabeza.
Un día llegó al pueblo una niña hija de la maestra nueva de la escuelita del volcán, era una chiquita preciosa tenía cabello rojizo y los ojos azules como el cielo en primavera, su mirada era profunda, hablaba por sí sola, ya que la pequeña era muy calladita, tenía alrededor de unos diez años, al igual que a la india, le gustaba usar pañuelos de colores en su cabeza, todas las mañanas cuando iba camino a la escuela, un poco más tarde que su madre, quien se adelantaba para llegar temprano además porque le desesperaba el silencio de su hija, la anciana se asomaba por la ventana para mirar a la niña, y siempre que la observaba salían lágrimas de sus ojos grises, hermosos, achinados grandes y cansados.
Mariza, que así se llamaba la niña, con el pasar de los días se sentía cada vez más sola, porque las compañeritas de la escuela no la querían porque era muy callada, era como taciturna. Un día cuando iba de regreso a su casa y como siempre sin su mamá, quien por estar trabajando no le prestaba mucha atención, se detuvo a mirar el muñeco de paja.
Le pareció que tenía una mirada de tan triste, sintió que era casi humano, entonces, ella se decidió a bajarlo de la cerca pero en ese instante, la india salió de su casa y prorrumpió un grito horroroso, Mariza sintió terror y salió huyendo.
A la mañana siguiente, el muñeco por primera vez en mucho tiempo no estaba en su lugar. Cuando la niña pasaba por el lugar sintió un alfiletero lastimando su corazón, muy decida se dispuso a caminar hacia la casa de la anciana, cuando llegó a la puerta se detuvo y prefirió cerciorarse de que nadie la observaba, entonces se asomó por la ventana y en una caja de madera, sin tapa, descubrió el sombrero del muñeco de paja, sintió como un nudo en la garganta y comenzó a pensar en la manera de entrar a la casita, y hurtar el muñeco, en ese mismo instante miró como un gato blanco manchado de café, salía por la puerta trasera, aunque esta era muy pequeña y estaba en la parte inferior de una pared, la pequeña se agachó, se deslizó por el hueco de esa puerta, primero asomó la cabeza, abriendo bien sus hermosos ojos para cerciorarse de que la famosa bruja no estuviera allí, vio que la habitación estaba vacía entonces entró, el lugar olía a café recién chorreado, a gallo pinto recién hecho y en la mesa había una canastita con tortillas caseras calientes, el ambiente era muy apetitoso y cálido para ser la guarida de una bruja, pensó la niña del pañuelo en su cabeza, además unas macetas con flores adornaban la estancia que estaba limpia y ordenada.
Mariza arribó hasta la caja de madera y tomó al muñeco quien tenía unos ojos grandes, alargados y negros, muy negros como el café tinto, esos ojos tienen vida pensó la niña y volvió a sentir ese miedo, igual al que sintió, cuando el día anterior la india gritó.
La india salió de la habitación contigua y con suavidad puso su mano oscura, surcada de arrugas, con uñas muy blancas y bien recortadas en el hombro de la niña. La niña brincó y emitió un suspiro casi sordo.
- Ese muñeco tiene historia- le mencionó con voz muy cálida la señora, Mariza comprendió que aquella mujer poco tenía de bruja malvada, la niña la miró inocentemente, sin saber que hacer entonces la anciana le dijo que estaba muy sola, que un poco de compañía no le vendría mal,-¿quiere que le cuente la historia de este muñeco?, le preguntó a la pequeña y esta asintió con un gesto de cabeza, de nuevo sin decir palabra.
La señora miró a la visita con curiosidad, sintió nostalgia al ver que se parecían en muchas cosas, no solo por los pañuelos. Y entonces recordó el pasado.
Hace muchos años, yo conocí a un hombre muy bueno y trabajador, era un ingeniero que diseñó, muchas represas en el país, le dio con su dedicación y empeño, muchísimos aportes Costa Rica, un día cuando la represa más grande estuvo terminada, él sintió que su misión estaba cumplida y sintió ganas de dejar su cuerpo físico. Estaba cansado.
Ya era un poco mayor pero joven aun, tal vez tenía alrededor de cuarenta años. Él vino a mí, -relataba la anciana- para pedirme un consejo o una bebida de hierbas que lo reanimara y le diera fuerza para continuar con su vida, aunque sentía que su misión estaba cumplida, solo una cosa le quedaba por hacer pero nunca se animo decía él.
Yo le ofrecí que se quedara por las montañas para que se encontrara a sí mismo y pudiera concluir con su misión, él aceptó muy complacido, así poco a poco se fue ambientado y cambió su casco de ingeniero por un sombrero de paja y de ala ancha, y cambió su linterna grade y cegadora para adentrarse en los oscuros puentes, por unos overoles azules y una camisa de franela. Se sentía muy bien en ese lugar poco a poco fue olvidando sus recuerdos y reinventándose otros.
Lo único que guardó del pasado era su reloj de arena, que día a día observaba con nostalgia, pero una nostalgia dulce y serena.
Los niños empezaron a llamarlo el muñeco de paja, es que parecía con ese traje y sombrero un espantapájaros, todos los indígenas lo empezaron a querer mucho a pesar de que él en algún momento cuando construyó las represas, indirectamente fue el responsable de la desaparición de muchos nativos del lugar. Sin embargo él siempre fue un hombre noble y le encantaba hacer sentir bien a la gente. Tenía un don especial, el don de la palabra, en ese momento Mariza bajo la mirada y un halito de tristeza nublo su rostro.
-¿Usted no puede hablar verdad?- le preguntó la india, los ojos a la niña se le aguaron.
Pues deje que le terminé de contar la historia de este muñeco y entenderá muchas cosas, quizá hasta aprenda a hablar pequeña- le respondió la anciana.
Este joven disfrutaba enormemente contar historias, en aquellas montañas de Talamanca, pudo ser y hacer con plena libertad de su yo interior lo que siempre deseo pero, anteriormente nunca tuvo tiempo por la rutina, el ajetreo diario.
A grandes y adultos les encantaba que él les contara sus cuentos, todos le comenzaron a llamar “el tío Leito cuenta cuentos”.
Cada noche alrededor de una fogata, comiendo malvaviscos, y mirando las estrellas el tío Leito, narraba sus cuentitos con una habilidad para atrapar la atención de las personas impresionante, era muy pausado para hilar las ideas, esa serenidad para contar, era encantadora y contagiosa, lo que más llamaba la atención de todos era que muchas de las historias eran reales, como la del espíritu nocturno que una noche vino a buscarlo y la de la viejita enferma del hospital, a quien ayuda de una manera impresionante, muy sublime, heroica y jocosa para todos los que escuchaban el cuento de la señora y la vasenilla, historia que recorrió el mundo.
Pero una noche de luna llena, algo inexplicable sucedió y se convirtió en leyenda no solo el cuento sino el cuentista también.
Esa noche tío Leito, contó una historia sobre su vida, “las zonas grises” le llamaba él. Luego cuando terminó de narrarla sintió un fuerte dolor de cabeza todos los oyentes sintieron ganas de llorar, y el cuentista agachó la cabeza y la cubrió con sus palmas abiertas, sintió como si el fuego le quemara la piel, el rostro lo sintió más pesado de lo normal, como si fuera de vidrio, o de plástico, pero evidentemente ya no era de carne, miró de reojo sus brazos todavía con el rostro cubierto y se asustó pero, instintivamente de inmediato se tocó, su piel era de paja, y sus pies quedaron adheridos al suelo no podía moverse, su rostro se tornó blanco, parecía de porcelana, sus mejillas se tiñeron de rosa, el negro de sus ojos adquirió un brillo fantástico y sus labios se pintaron rojos como el carmín, era inevitable su historia lo convirtió en un muñeco de paja, pero su corazón seguía latiendo y sus palabras no habían muerto. De momento sintió espanto en su interior, un miedo profundo, ese cambio de aspecto, era como si realmente hubiera muerto, no comprendía lo que sucedía, se sintió morir, lo único que lo alimentaba eran las historias que día a día prosiguió contado, parecía que lo que le estaba sucediendo todos lo comprendían menos él y por más que preguntó, la india ni nadie le dio respuesta.
Hasta el día en que tuvieron que huir él y la india no dejó de narrar historias para mantenerse con vida, fue entonces cuando tuvieron que buscar un lugar donde habitar y así eligieron las faldas del volcán.
-Si uno no habla y expresa lo que siente en el momento justo y a quién corresponde, después uno se seca niña-, le dijo la anciana a Mariza.
Este hombre -y señaló al muñeco- se secó, cuando intentó hablar fue tarde, ahora él quiere darte un regalo, porque me dice que quiere descansar en paz, pero estaba esperando a la persona correcta para entregarle su don y así poder liberarse y surcar los cielos.
Esa es la razón por la que me pidió, cuando llegamos acá que lo colgara de la cerca, así desde allí podría mirar y elegir a la persona justa para entregarle su don, no le importó sacrificarse y día a día secarse más y más por dentro y por fuera, estuvo en esa cerca muchos años, observando todo y a todos, hasta que usted llegó al pueblo.
De repente polvo de estrellas de plata, amarillas, verdes, rojas, azules y moradas inundó la habitación, de la caja salió el muñeco con mucha dificultad para acomodarse y hacer lo que hace años deseaba: ¡hablar!
Mariza se acercó, él la abrazó y ella respiró el olor dulce del perfume que emanaba del muñeco de paja. El tío Leito, regresó a su estado humano por unos minutos mientras le decía a Mariza: te entregó el don más preciado para mí: el don de la voz y la palabra, delicadamente entre abrió los labios y como hilos de miel sus palabras danzantes, habitaron el cuerpo y alma de Mariza.
En ese instante se entre abrió la puerta de la casa y la mamá de Mariza entró y la abrazó, se sorprendió cuando la niña habló para decirle que estaba bien, la madre de la pequeña se asombró tanto, realmente en su rostro se dibujo la duda y la incertidumbre de lo sucedido, Mariza tenía cinco años de vivir en silencio.
En una silla estaba dormida la india y en la caja de madera, solo quedo un puño de paja, ambas madre e hija abandonaron con mucha prisa aquella casa.
Después de ese día nadie volvió a ver ni a la india y tampoco al muñeco de paja. Se convirtieron en la leyenda del lugar.

Todo aquel ser humano que se traga las palabras, poco a poco va perdiendo la voz, hasta secarse por dentro.
No debemos permitir que nadie nos robe la voz jamás, ni tampoco podemos tragarnos siempre las tristezas, soledades y alegrías es necesario a veces compartirlas con alguien, para no secarnos por dentro.
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