sábado, 27 de febrero de 2010

El hacedor de sueños.

Había una vez un hombre con unos ojos serenos, apacibles, tenían un brillo tan fuerte, tan intenso, tan tenue y conmovedor al mismo tiempo, estaba compuesto de polvo estelar, formaba un conjunto de estrellitas tan pequeñas que cegaban a quien los mirase y los inducía hacia un profundo pero cálido y dulce sueño, para que pudieran hacer realidad en medio de este, sus más profundos anhelos, él se llamaba Aldebarán, sus párpados eran constelaciones, le daban un aire angelical a sus ojos pero también inteligente, del brillo de sus ojos emanaba calma, bondad, eran tan dulces que quien se encontraba con ellos, terminaba poseído de los más sublimes y universales sueños.
Decían que su madre le había puesto por nombre como la estrella más brillante de la constelación de Tauro, le pronóstico que sería luz en la vida de muchas personas y así fue.
La primera vez que miró a una persona y practicó su don, fue a una niña que soñaba ser escritora.
Ella miraba al cielo pensativa, suspiraba, estaba sentada en una banca en el parque Morazán cerca del Kiosco donde tantos años atrás nuestros abuelos llegaban a escuchar música y caminar para encontrar sus almas gemelas, con solo una mirada, una sonrisa, allí la pequeña lloraba porque había perdido su pluma, sin esta era incapaz de escribir, no había inspiración sin su pluma.
Estaba en ese parquecito, un mundo aparte del bullicio y contaminación urbanos, hacia mucho viento, era enero, pleno verano pero ese día el viento le hacia la guerra al sol, las últimas palabras que ella anotó en su libreta fueron estas:
“De tu boca tengo el sueño cada noche, de tus ojos la inspiración para soñar”.
El viento le robó la pluma, ella sintió que su alma se partía y crujía, como cuando las hojas de un cuaderno se arrancan .
No imaginaba que las hojas del libro de su vida, apenas empezaban a escribirse.
“Ojo del sur”, le dijo aquel hombre con constelaciones por párpados, parecían un collar de lágrimas cristalizadas, sopló sus manos entrelazadas y en medio de ellas brotó la pluma, sorprendida la tomó y en el nido de las manos de Aldebarán, quedó una pequeña lágrima derramada por la niña, para regar ese nido de sueños que él tejía con sus buenas acciones.
-Llegarás lejos, continua escribiendo-.
La niña le dijo, eres más grande que el Sol, no permitas que la Luna te oculte, sigue tu camino, debes hacer realidad aun muchos sueños más, para que no se extinga tu luz… Y se quedó dormida.
Aldebarán, continuó su peregrinar por la Tierra, complacido y dejando un rastro estelar.
Una mujer morena y de ojos tristes se le quedó mirando suplicante, ella tenía frío, hambre, su ropa estaba empapada, saboreaba un café amargo, no tenía mucho dinero, él se detuvo y se sentó a su lado, silenciosamente.
“Ojo del sur”, sopló sus manos entrelazadas como lo hizo con la niña y de ellas brotó una caja de cristal, la mujer la tomó con sus dos manos, con cuidado, estaba caliente, levantó la tapa tenía dulces y pastelillos perfectos para saciar el hambre.
Aldebarán, le dijo -mujer vienes con el Sol, sonríe y continua.
La mujer morena le dijo -gracias por ser luz en mi camino y tú brillas más que el Sol, gracias por alimentar mi desdicha y soledad, con un rayito de tu luz, no permitas que la Luna te oculte. Y se quedó dormida.
Aldebarán siguió caminando, por la Avenida Central, era apenas medio día, la llovizna se detuvo y el viento prefirió reposar, un sonido no muy grato lo atrajo, allí estaba un hombre intentando ser artista, pero su voz no era bonita, arruinaba la melodía, el brillo de Aldebarán, más fuerte que el Sol, iluminó la mirada del cantante, y aquel repitió, como acostumbraba hacerlo cada vez que cumplía un sueño: “Ojo del Sur” y la voz de aquel artista, empezó a sonar como un concierto de seres celestiales. Y una vez terminada la melodía se quedó dormido.
Con solo una mirada Aldebarán, cumplía los más nobles sueños, pero por cada sueño que cumplía, “Ojo del Sur” perdía vida, luz.
Aldebarán solo estaba de paso por la Tierra, su esencia era estelar, debía partir, pero antes su peregrinar era necesario completar, no acababa de repartir sueños, muchos aun necesitaban de su luz pero poco a poco perdía las fuerzas, pronto llegaría “La Luna”.
Ahora, Aldebarán cambió su rumbo hacia el sur de San José, sabía que los barrios del sur eran peligrosos pero no le importó, antes observó los colores y y detalles de las vacas que adornaban la avenida central, le daban a la ciudad un aire surrealista, magnífica atracción para los turistas.
En el parque frente a la iglesia “La Dolorosa”, estaba un niño de unos 7 años tratando de balancearse en un columpio, un poco viejo y herrumbrado, Aldebarán lo observó mientras se dirigía a una compra y venta de libros usados que quedaba por allí, cambio el rumbo fue derecho al lado del columpio ocupado por la silueta infantil, había uno desocupado el niño no pudo evitar voltear su cabeza y observar fijamente la luz que irradiaban los ojos de Aldebarán, este solo le acarició la cabeza y le dijo- “Ojo del sur”, sígueme paso a paso, no permitas que la impaciencia te venza, todo se consigue con táctica y estrategia, Aldebarán empezó a balancear sus piernas primero hacia adelante, luego hacia atrás, comenzó a tomar impulso pero el niño se rindió y le dijo- es mejor que te bajes de la hamaca y me des un empujón por la espalda-. Aldebarán le dijo: -de nuevo que no te venza la impaciencia, debes intentarlo, observa y aprende-.
El niño lo volvió a intentar y ambos en sintonía, se balanceaban en los columpios al ritmo del viento.
Las hamacas, ellos y el viento formaban una orquesta, donde la libertad del movimiento y la risa inocente y agradecida de la infancia llevaban la batuta.
La lluvia se apoderaba de la ciudad ahora con más intensidad, Aldebarán empezaba a alejarse, cuando escuchó el grito del niño en medio del agua que le decía:-gracias por regalarme la luz para aprender por mí mismo, no permitas que la luna te oculte-. Y el niño se quedó dormido.
Un olor a violetas le despertó los sentidos a “Ojo del Sur” y a paso lento y cansado, trecho a trecho avanzó hasta la compra y venta de libros “Minotauro”, empujó con el pie la puerta desgastada por los años y el smog de la ciudad, cerró el paraguas, entró con sigilo, atraído por el olor de las violetas, no halló al dueño de la librería por ningún rincón, pero en su lugar estaba una mujer dormida en la mecedora tras el escritorio y la caja registradora de los años 80, no la despertó de ninguna manera, antes de transportarse con su mira hacia su sueños, se quedó mirándola, su luz le dio un resplandor indescriptible, y el olor se acentuó, Aldebarán no tuvo necesidad de entrar en su sueño, lo percibió todo al instante; de esa mujer joven pero con el corazón viejo emanaba perfume de violetas, él la miró escrutadoramente y con cierta angustia porque él se vio reflejado en ella, ambos estaban perdiendo la luz, la energía, se estaban apagando aunque por distintas razones, era una mujer hermosa pero había que traspasarle con la mirada para poder descubrirla, la suciedad se apoderó de ella desde que los hombres en su juventud la acosaban y se burlaban de su inocencia para intentar hacerla suya, porque su belleza era para el sexo masculino una medalla, dejó que la suciedad la protegiera y se convirtió en una indigente, le decían la ropavejera, la pobre mujer joven con el corazón viejo parecía un gancho, andaba llena de ropa sobre sí misma, era su protección contra el mundo, esos trapos la escudaban para ayudarle a ocultar esa belleza cegadora para los hombres que querían devorarla por instinto, eran sus fieras, la hicieron perder la fuerza, la alegría, y; muchos sueños sin usar tenía entre la ropa sucia, pero con perfume de violetas.
“Ojo del sur”, la arrulló como a un bebé y solo le susurró: despierta y empieza a vestirte de sueños, vive el tiempo de tu reloj de arena y usa como escudo las palabras, se firme en lo que hagas y así las fieras se alejarán de tu vida. Aldebarán, salió de la librería convencido de sus actos.
Se detuvo en la puerta y sintió la suavidad de los pétalos en sus pies, el mosaico era ahora una alfombra de violetas, inundaban el lugar, ni siquiera volteó a mirar, estaba seguro que sus palabras para la mujer joven con corazón viejo, empezaron a surtir efecto.
-“ Ojo del Sur”-, le dijo una anciana cuando salía de la librería, - yo soy la dueña de este sitio, no podrás salir de mi laberinto, es un dardo de palabras que aniquilan, todos sucumben a él, intentaste salvar a la mujer joven con el corazón viejo, sé quién eres Aldebarán, tus palabras sobre ella jamás servirán, es mi esclava, yo soy la soledad, yo soy la mujer vieja con el corazón joven, yo le robé a ella la juventud y tus conocimientos no le servirán de nada, yo soy más fuerte que tú, yo soy la discordia, tu positivismo se nubla con solo una palabra: DUDA-.
La duda se clava como una espina en el corazón del hombre y lo ciega, es incapaz de retornar y valorar sus virtudes, -la Luna esta pronta a ocultarte, serás vencido antes de tiempo, no podrás salvar a la última mujer porque ella es tu enemiga, es tu sombra, es la duda, la discordia, soy yo-.
Aldebarán le entregó un espejo de plata a esta mujer y le dijo: eres, mujer desafiante, “la guía de mi luz”, esta enmudeció, se miró, en el espejo y no encontró su rostro, en su lugar se dibujaron todas las escenas de tantas veces que intentó poner a muchas personas a dudar sobre sí mismas y comprendió que solo fue “la guía de su luz”, para hacerlas ver que la discordia que una persona intenta clavar en el corazón humano, solo sirve para guiarlo hacia el éxito, porque esa palabra duda, significa victoria, solo que tiene como “la vieja de corazón joven”, el rostro oculto.
La Tierra retumbó, Aldebarán brilló más que el Sol, las sombras, el aguacero ocultaron a “ Ojo del Sur” y a; “La vieja con el corazón joven”.
Finalmente la niña escribió las últimas frases en su cuaderno, “ La lluvia cesó todos los seres que la mirada de “Ojos del sur”, transportó hacia un dulce sueño, despertaron, dueños del sol, del alba, del cenit, de sus propios actos e ilusiones, el aire olía a violeta, ninguno recordaba lo sucedido solo sintieron una transformación en su interior con sabor a acertijo y duda pero reposaron decididamente en él, la Luna lo ocultó, aun así Aldebarán seguía brillando en el corazón de todos ellos a quienes hizo soñar y cumplir sus más profundos deseos.
Desapareció, alcanzó una luminosidad ochocientas veces mayor que la del sol, su propio brillo la consumió. El sueño acabó, regresó de su destierro y se hizo uno con el Sol pero “Ojo del Sur” vivió su reloj de arena con los sueños de arena de mucha gente. Solo vino a la Tierra para servir.
“Alcance un sueño sobre el papel y el tiempo corre lento pero Aldebarán me sigue dictando palabras de luz.”Leer más...